LA EDAD DEL POR QUÉ EN LOS NIÑOS



“¿Por qué esto, por qué lo otro? Hijo… ¡qué pesado eres! ¿Por qué no te callas un ratito?” ¡Qué gran error decir eso a nuestros hijos! Un niño de 4 años que pregunta a todas horas es un niño sano. Lo contrario podría hacernos pensar que tiene algún problema, o bien que hemos adoptado una actitud negativa ante su curiosidad. Aunque en principio no parece para tanto, una respuesta restrictiva puede tener consecuencias más importantes de lo que creemos a largo plazo.
La inteligencia de nuestro hijo depende, en gran parte, de la eficacia con que le enseñemos a utilizar el lenguaje. Siente cada vez más la necesidad de pensar y comprender por qué la vida es así y no de otra manera. Quiere saber por qué se le dice que haga una cosa u otra, el por qué de las cosas y quiere, sobre todo, aprender a expresar sus ideas y sus sentimientos para intervenir en su contexto más inmediato. Nuestro hijo trata de organizar su mundo y, para comprenderlo, tiene que preguntar. Y nosotros tenemos que saciar su curiosidad innata contestando a sus preguntas y fomentando que las haga.
Tenemos mucha suerte si nuestro hijo es uno de esos niños que no cesa de reclamar nuestra atención para que respondamos a sus preguntas, a veces incongruentes, ilógicas, absurdas, reiterativas y ¡tan perseverantes! El lenguaje y, sobre todo, la actitud que adoptemos ante su curiosidad serán herramientas que facilitarán su desarrollo integral como persona. Animándole a preguntar, enseñándole a investigar, dedicándole nuestro tiempo y mostrándole como aceptar las correcciones le estamos enseñando tolerancia, seguridad en sí mismo y en sus capacidades. Esto nos permitirá mostrarle la vida desde una perspectiva crítica y constructiva; nos permitirá animarle a conocer, a descubrir, a deducir; nos permitirá crear la necesidad de comunicación con nosotros; permitirá a nuestros hijos ser creativos y valientes ante lo desconocido.
El ritmo de su adquisición dependerá del tiempo que se invierta y de los refuerzos que se le ofrezcan. Debemos dedicar suficiente tiempo a hablar con nuestro hijo y proporcionarle gran variedad de vocabulario. Seamos conscientes de la fuerte influencia que ejercemos sobre el lenguaje de nuestro hijo durante estos momentos cruciales. Y no sólo proporcionándole vocabulario y ejemplo lingüístico sino porque, mostrando nuestro interés por hablar con él y por escucharle, estaremos creando las bases para una futura comunicación entre padres e hijos, a veces tan difícil.
Características del lenguaje en los niños de 4 años
  • El niño de 4 años es muy hablador, aunque gran parte de su charla se debe al mero placer que le produce el uso del lenguaje. Sostiene largas y complicadas conversaciones y puede contar una extensa historia entremezclando ficción y realidad, hasta que finalmente se confunde. A veces es evidente que habla sólo para atraer la atención de la gente.
  • No le gusta repetir las cosas. Si le preguntáis algo que ya ha dicho, simplemente os contestará: “Eso ya lo dije antes”. En cambio, le gustan mucho los juegos de palabras, en especial si tiene un auditorio que esté pendiente de él.
  • Las preguntas empiezan a ser muy frecuentes utilizando los por qué y los cómo. Quieren saberlo todo inmediatamente. Es el momento en que empiezan a aprender a colocar la palabra interrogativa al comienzo de la frase. Algunas de las preguntas son difíciles de responder de forma simple para que el niño pueda comprenderlo (“¿Por qué llueve?, ¿A qué distancia están las estrellas?, ¿Por qué tengo 4 años?, ¿Por qué el agua del mar está salada?) y a veces las preguntas se refieren a temas que el adulto considera embarazosos. En cualquier caso, intentemos contestar a todas sus preguntas mediante respuestas sencillas y claras, adaptándolas a su nivel de comprensión. Para respuestas que puedan ser complicadas de entender por nuestro hijo, podemos ilustrarlas con cuentos inventados, comparaciones o ejemplos que, a la vez, nos ayudarán a ampliar su vocabulario.
  • Hasta que comienza a usar correctamente el lenguaje, va desarrollando y descartando reglas gramaticales. En sus frases predomina el pronombre de primera persona y comienza a utilizar nuevas conjunciones, adverbios, adjetivos e interjecciones. Aprende nuevas palabras a lo largo del día. Suelen ser las niñas las que dominan más rápidamente la gramática.
  • Es normal que el niño diga lo que piensa realizando muchas veces críticas sobre los demás. Si nuestro hijo hace preguntas poco oportunas en un momento determinado o creemos que el contenido de las mismas puede molestar a terceras personas (como por ejemplo preguntar a una señora porqué está tan “gorda”), debemos comprender que es mera curiosidad, que simplemente dice lo que siente y que espera una contestación. Aplaza la respuesta para cuando estés en privado con él, trata de explicarle que “eso” no se pregunta delante de la persona afectada y contesta a su pregunta lo más claramente posible.
Tengamos paciencia cuando nos repitan una y otra vez la misma pregunta. Sin duda es porque no la han comprendido bien o quieren saber más. Volvamos a explicarla de otro modo más asequible y, además de saciar su curiosidad, acabaremos (¡durante medio minuto posiblemente!) con el perseverante interrogatorio.
Cuando les decimos que realicen algo, asegurémonos de que han entendido correctamente la orden. Y expliquémosles siempre las razones por las que les pedimos cualquier cosa. Un buen ejercicio es hacerles repetir a ellos el mandato. Les obligará a hacer un esfuerzo mental, utilizarán la memoria y su propio vocabulario, y comprobaremos que han entendido la orden. Sin embargo, a veces una orden o una prohibición pueden convertirse en una interminable demanda de razones. Llega un momento en que debemos ser claros y tajantes para que obedezcan sin más.
No debemos tener temas prohibidos. Todo es explicable con una cierta adaptación y con una actitud abierta y enriquecedora. Es posible que nuestro hijo se sienta atraído hacia el tema del sexo, ya que comienza a manifestar interés por su propio origen y por las diferencias entre niños y niñas (¿Cómo se hacen los niños?, ¿De dónde vienen los niños?). Si se siente lo bastante libre como para hacerlo, formulará interminables preguntas. Esta curiosidad es sana y natural pero a esta edad no requiere elaboradas explicaciones sino respuestas sencillas.
En definitiva, sé paciente e intenta responder a todas sus preguntas, por simples o embarazosas que te parezcan. De esta manera, ayudarás a tu hijo a tener confianza en sí mismo y a formarse una idea de cómo es el mundo.

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