¿QUIERES SER MEJOR PADRE O MADRE?



En ocasiones, no hay tanta distancia entre el padre que eres y el padre que quieres ser. Los problemas con nuestros hijos están ahí pero estos no deberían ser la excusa para perder nuestros principios de vida y adoptar hábitos tóxicos para todos. No solucionan nada y además nos convierten en personas que nunca habríamos querido ser.

Estar inmersos en el día a día nos impide mirarnos desde fuera y ver qué aspectos de nuestra vida deberíamos cambiar para mejorar y ser los mejores padres/personas posibles. Y lo peor es que en muchas ocasiones creemos que son nuestros hijos los que deberían cambiar y nuestros hándicaps se vuelven invisibles para nosotros. O que hemos cambiado porque ellos nos han obligado a cambiar, con cierta acritud en el tono.

Una estrategia resolutiva
Es por eso que te proponemos que hagas un esfuerzo de humildad y valentía. Pregúntale a un familiar, a un buen amigo, a un tutor… en definitiva, a alguna persona de tu confianza cuáles son tus puntos débiles como padre, incluso como persona.

Recuerdo que cuando se lo pregunté a mi padre me sorprendió escuchar algo que nunca antes me había dicho: “Elena, escucha a tus hijos, fíjate en lo que no te dicen y por qué no lo hacen”. 
¿Por qué antes no me lo había dicho? Y me contestó que “nunca antes se lo había preguntado”. El que no se hace preguntas no busca respuestas, evidentemente, y continúa con la inercia de creer que todo está bien cómo está.
Otro punto de vista que te interesa conocer
Un segundo ejercicio, todavía cargado de más humildad, es hacer la misma pregunta a tus hijos. Preguntar a un hijo adolescente en qué deberíamos cambiar y cuáles creen que son nuestros puntos débiles nos proporciona una nueva visión de realidad; información que, aunque cargada de connotaciones emocionales, nos pueden dar una nueva panorámica de nosotros mismos.
Las respuestas de mis hijos me han ayudado a bajar la velocidad, a pasar más tiempo con ellos, a darles más tiempo para pensar y solucionar problemas y a darles más autonomía, entre otras cosas. Sus respuestas me han ayudado a entender sus necesidades y mi falta de acomodación a las mismas.
“Pero quién se ha creído que es…”
Si un buen amigo te dice que proteges demasiado a tus hijos, lo escucharás como una intromisión en tu intimidad y te defenderás: “pero quién se ha creído que es…”, “que mire primero lo que pasa en su casa”, “si supiera lo que piensan sus hijos de él no se atrevería a meterse en las vidas ajenas…”
Pero si eres tú quién pregunta, quién tiene interés por conocer y mejorar, esa misma respuesta la asumirás y la valorarás como positiva, buscando los medios para cambiar si lo crees necesario. No te defenderás sino que agradecerás su sinceridad.
Una buena amiga me comentaba indignada que se había enfadado con otra porque ésta le había dicho que sobreprotegía a sus hijos: ¿Y ella qué sabrá? Que se preocupe de sus hijos que no hacen más que meterse en líos y suspender… Con esa actitud defensiva era imposible no solo que se preguntara qué parte de razón podría tener ese comentario sino cualquier aportación mía, por lo que yo permanecía callada todo el rato. Una vez desahogada y viendo que no decía nada, me preguntó si yo creía que tenía razón y ante esa pregunta sincera no pude nada más que decirle la verdad, que sí tenía parte de razón. En esta ocasión, no se enfadó. Sinceramente interesada, me preguntó para saber más.
Antes de preguntar debes querer escuchar la respuesta.
Pero recuerda, antes de hacer la pregunta, debes QUERER ESCUCHAR para aprender de lo que escuches, creyendo sinceramente que es una oportunidad para descubrir cosas nuevos de ti. Lo importante no es aceptar ciegamente lo que te dicen sino escuchar con conciencia para DESCUBRIR algo nuevo sobre ti, desde la perspectiva del corazón.

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