La comunicación entre padres e hijos
“Comunicación entre padres e hijos“
_ Manolito, ven a comer, aja…pero Manolito sigue jugando con la tablet
_ Es hora de irnos.. si, vale…pero Laura sigue corriendo con su amiga
Es extraño pero a veces parece como si los niños tuvieran unas grandes orejas como radares, por ejemplo, cuando tenemos conversaciones entre adultos o cuando hablamos de hacer un plan divertido con ellos.. en cambio otras, parece como si tuvieran las orejas de adorno, porque parece que no escuchan nada de lo que decimos.
Comunicación entre padres e hijos
¿Qué hace que los niños se vuelvan sordos y dejen de escucharnos?
Podemos distinguir cinco razones:
Concentración limitada: Nuestra capacidad de prestar atención es limitada y selectiva. Cuando estamos demasiado concentrados en una actividad y estamos literalmente engachados a ella, todos nuestros sentidos están puestos en esa actividad y es como si lo demás no existiera, así que, sí, es posible, que cuando están totalmente concentrados en algo, no lleguen a escucharnos.
Ejemplos: Dos amigos hablando muy animadamente entre ellos…Pablo, ponte los zapatos….(sin respuesta)…Pablito hijo, ponte los zapatos…(risas de los niños al fondo, ni siquiera hace contacto visual con la madre)….¡¡ PABLO, QUE TE PONGAS LOS ZAPATOS, HOMBRE ¡! Estás sordo ¿o qué?
Falta de interés: Tendemos a escuchar y centrar nuestra atención en aquello que pueda tener un impacto en nosotros, en aquello que es atractivo, interesante o conveniente, según nuestros intereses. Pero cuando lo que nos dicen se vuelve repetitivo, monótono y no nos motiva, tendemos a omitirlo. Es decir, sí nos han escuchado, pero lo rechazan.
Ejemplo: Cepillate los dientes, que es hora de irse al colegio…vale….(pasa un tiempo) vamos, que es hora de irse al colegio…si…aja..
En su mundo: Nuestra mente está en actividad permanente. Hay información que llega del exterior que para nuestra mente es fácil de procesar y clasificar, pero otras no. Cuando un niño está sumergido en sus propias ideas/pensamientos, ya sea porque está asimilando algo o porque se encuentra en pleno proceso creativo, puede parecer como “disperso” o “en su mundo”, pero en realidad está bajo un gran trabajo mental y tenderá a dejar de prestar atención a todo lo demás. En este caso, es posible que el niño no nos escuche.
Ejemplo: Niño super concentrado haciendo un dibujo, la madre preguntando constantemente ¿Qué dibuja? ¿Qué es eso? ¿Por qué así?….. (cri..cri..sólo se escucha el cantar de los grillos) el niño parece no responder a nada. A la tercera pregunta el niño gira donde está la madre y dice ¿Qué? ¿Decías algo?
Saturación: Cuando recibimos mucha información nueva y/o somos bombardeados por varios estímulos al mismo tiempo, se vuelve difícil para nuestra mente procesar toda esa información y tiende a la “desconexión.” Lo más probable es que el niño no nos escuche.
Ejemplo: Televisión encendida, juguetes dispersos por todas partes, hermanos a ratos jugando y otros, peleando…el padre les dice en todo monótono que recojan los juguetes…no hay respuesta alguna.
Respuesta automática: Nuestro cerebro tiene la tendencia a repetir el camino aprendido, sea o no, el más conveniente, es como si entrásemos en modo “piloto automático” para nuestro cerebro es la manera más fácil de dar una respuesta rápida. Un niño puede tener como respuesta automática, no prestar atención cuando sus padres le dan instrucciones.
Ejemplo: En algunas casas a la señal de “hora de irse a dormir” parece que la respuesta automática es la contraria “hora de revolucionarse” y tanto niños como padres están acostumbrados, que esa palabra no signifique lo que tiene que significar.
Comunicación entre padres e hijos:
Algunas pautas para que los niños nos escuchen:
Ya sea porque en verdad no nos escuchan o porque no quieren escucharnos, pero hay ciertas pautas que debemos tomar en cuenta para hacer más efectiva la comunicación con ellos.
- Buscar el contacto visual. Si vemos que el niño está completamente sumergido en una actividad, seamos realistas y reconozcamos que es difícil que nos escuchen y obedezcan, peor si lo hacemos desde la distancia. Lo mejor es acercarse al niño y que entre en contacto visual con nosotros y decirle de una manera clara lo que tengamos que decirle.
- Eliminando elementos distractores. Si el niño está disperso y queremos que nos escuche, tenemos que revisar qué elementos del medio le están distrayendo y le impiden prestar toda su atención.
- Hacerlo atractivo. Si sabemos de entrada que escuchan lo que les parece interesante, busquemos la manera de incluir elementos que realmente les muevan, les inspiren, les motiven, para ello, debemos conocerles bien y pasar tiempo con ellos.
- Diciendo las cosas de manera sencilla. Para dar instrucciones no necesitamos dar sermones o dar grandes explicaciones. A su nivel, en su lenguaje, podemos dar a entender lo que queremos.
- Respetar su momento creativo. Si se encuentra en pleno proceso creativo o necesita tiempo para pensar y digerir algo, puede tomarse ese tiempo sin que nadie tenga que distraerle y sacarle de ese momento. Si aprendemos a respetar esos momentos, con el tiempo podremos ver sus frutos.
- Respetar su cansancio. Un niño puede saturarse a lo largo del día, los signos de fatiga física o mental, pueden ser evidentes para los padres. Así que, lo primero es distinguir los momentos de fatiga y respetar un tiempo para que se tome un respiro y se relaje, sin seguir con el “bombardeo” de instrucciones, preguntas o actividades, que muchas veces los sometemos.
- Siendo consecuente. Los niños tienen que comprender que las palabras son lo que significan. Si es un “no”, “para”…no puede significar en su cabeza un “si”, “continúo” Los padres tenemos que ser consecuentes entre lo que decimos y lo que hacemos.
Por último, debemos tener muy presente que, si queremos que mejore la comunicación entre padres e hijos, primero tenemos nosotros que aprender a escucharles a ellos.