¿Podría mi hijo ser disléxico?



En ocasiones, los resultados escolares de nuestro hijo son pobres para el esfuerzo que realiza. Los profesores aseguran que no trabaja, que se distrae mucho en clase. Pero en casa comprobáis que el chico es inteligente y creativo, y que se esfuerza a la hora de estudiar. Sin embargo, sus calificaciones reflejan una serie de dificultades incomprensibles: todo lo relacionado con el aprendizaje de la lecto-escritura se le hace una montaña. Tu hijo podría ser disléxico.
En la época de entrega de notas muchos padres nos desesperamos por el repetido e incomprensible fracaso escolar de nuestros hijos. Ya no sabemos qué hacer, lo hemos intentado todo: desde llevarlo a clases de refuerzo y ayudarle nosotros mismos a hacer los deberes, hasta castigarle sin salir con los amigos si no mejoran sus calificaciones. Lo que muchas veces nos pasa desapercibido es que nuestro hijo seguramente se esfuerza hasta el límite, y que esta situación le está afectando de manera directa. Sus propias dificultades le angustian, se infravalora y hasta las relaciones con sus amigos pueden empeorar.
Pero… ¿qué es la dislexia?
El término dislexia ha sido utilizado durante mucho tiempo para designar los diferentes tipos de problemas de aprendizaje y hasta se ha definido como algún tipo de incapacidad para aprender, pero esta dificultad es solamente un aspecto de la dislexia. También se ha dicho que es el resultado de un problema neurológico, cerebral o causado por algún tipo de malformación… pero actualmente se ha descartado esta hipótesis y parece que no es más que una particular manera de percibir el mundo, una forma diferente de interpretar ciertos símbolos o palabras.
Muchas personas tienden a procesar la información de una forma visual o imaginativa. Es decir, elaboran su pensamiento primeramente a través de su inteligencia visual. Podríamos decir que su pensamiento produce una película continua. Y la película se interrumpe cada vez que deben leer una palabra abstracta, que no es fácilmente traducible en un fotograma: estas palabras forman el 50% de lo que leemos o hablamos. Por tanto, estas personas tienen una percepción de la realidad diferente a las personas que utilizan el área verbal.
Algunas de estas personas, cuando se enfrentan a la etapa de aprendizaje de su vida, encuentran problemas derivados de esta forma de ser: padecen frecuentes distracciones y equivocaciones involuntarias cuando la enseñanza se les presenta a través del rígido mundo de los símbolos. Y más concretamente les afecta en los siguientes ámbitos de aprendizaje: lecto-escritura, matemáticas, coordinación motora- equilibrio, comprensión, concentración… ya que al encontrarse con estímulos o símbolos que no pueden reconocer, pierden interés y atención y, por tanto, cometen errores.
¿Cómo se manifiesta la dislexia?
Los síntomas más aparentes de la dislexia aparecen en la lectura y en la escritura. En la escritura podemos ver desde una caligrafía inconsistente e irregular, o excesivas faltas de ortografía, hasta inversiones de letras (escritura en espejo: “sol” en vez de “los”), omisiones de letras o sílabas (“pueta” en vez de “puerta”) o fragmentaciones indebidas (palabras que aparecen cortadas o unidas a otras palabras). Los problemas lectores que sufren los disléxicos se constatan generalmente cuando leen en voz alta. Suele ocurrir que leen de forma entrecortada, inventan el final de algunas palabras y pronuncian mal otras. No comprender lo que leen provoca en los disléxicos distracción, falta de esfuerzo, hiperactividad, bajo rendimiento académico o baja autoestima.
Aunque parezca increíble, muchos famosos considerados genios han sido disléxicos. Entre ellos encontramos científicos como Albert Einstein o Thomas Edison, artistas como Leonardo Da Vinci o Walt Disney. Y, como se cree a menudo, no fueron genios superando su incapacidad sino gracias a ella. Así pues podemos considerar la dislexia como un don o un talento innato que se manifiesta en mayor o menor grado en las personas.
Normalmente no se considera la dislexia como un don sino más bien como un problema, pero de nuestro propio cambio de mentalidad dependen nuestros hijos. Éstas son algunas de las razones por las cuales podemos considerar la dislexia como algo positivo:
  • El pensamiento en imágenes de un disléxico, como dice Ron Davis en su libro El Don de la dislexia es de 400 a 2000 veces más rápido que el pensamiento verbal y además es mucho más completo, profundo y amplio debido a que una imagen se ajusta mejor a lo que una palabra quiere expresar o significar. Ya lo dice el refrán: “Una imagen vale más que mil palabras”.
  • Una persona con pensamiento visual será capaz de dominar muchas habilidades, más rápidamente de lo que pudiera comprender o entender otra persona con pensamiento verbal, cuando el aprendizaje es presentado de forma experimental. Por eso muchos adultos disléxicos en su vida profesional se dedican a trabajos que requieren capacidad espacial, como arquitectura, diseño, escultura… pues son capaces de visualizar lo que han de hacer incluso antes de empezar a hacerlo.
  • Pueden ser mucho más intuitivos que otras personas, debido a que la rapidez de sus imágenes mentales hace que no sean conscientes de todo el proceso mental que elaboran, pero en cambio, saben la respuesta o resultado del proceso. Por ejemplo, las personas “visuales” pueden saber las respuestas de los problemas matemáticos sin utilizar lápiz ni papel: resuelven los problemas sin preocuparse de los pasos convencionales a seguir. En realidad se trata de una forma sumamente desarrollada de razonamiento. La teoría de la relatividad de Einstein le llegó como una intuición: para él el concepto era simple, para una persona normal es casi incomprensible.
  • Son más curiosos que la mayoría de las personas debido a que su pensamiento usa todos los sentidos para conocer su entorno y va mucho más rápido que el pensamiento de otras personas.
Todas estas habilidades, si no son inhibidas externamente, pueden dar como resultado una inteligencia más alta de lo normal y una extraordinaria capacidad creativa. Tener dislexia no convierte automáticamente a alguien en un genio, pero es bueno para su autoestima saber que su mente funciona de la misma manera que la de algunos genios.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos?
El cambio de mentalidad por parte de profesionales y padres es un primer paso para entender a nuestros hijos con dislexia pero, mientras tanto, ellos necesitan ayuda urgente. En este caso la ayuda consiste en enseñar ciertas herramientas de autocontrol y una metodología complementaria de aprendizaje, orientada a generar las imágenes que antes no podía. Se trata de encauzar y potenciar su imaginación de forma positiva, incorporando estas herramientas específicas que poco a poco se convierten en hábitos. Con ellas puede traducir cualquier información verbal a su modo de procesar la información en imágenes. Con ellas puede controlar su imaginación para que no distorsione su percepción. En una palabra, con ellas estará en condiciones de aprender dentro del sistema pedagógico verbal.
La principal dificultad para detectar la dislexia es que sus síntomas aparecen en distinto grado en la mayoría de los niños. La alarma debe saltar cuando se presentan al mismo tiempo siete de sus manifestaciones. Por descontado hay algunas de estas características que pueden o deben ser más preocupantes que otras, y son las referidas a la comprensión lectora, falta de atención y concentración, inversiones u omisiones en la escritura… En todo caso, esto depende en mayor o menor grado de la edad cronológica y madurativa del niño. En este aspecto son los propios maestros o especialistas los que deben determinar cuál es el nivel de nuestro hijo, teniendo como referencia el nivel medio de aprendizajes de los niños según su grupo de edad. En ese caso, es aconsejable realizar una evaluación personal e individualizada.
Entre estas muchas características podríamos destacar como más relevantes las siguientes:
  1. Tarda mucho en hacer los deberes.
  2. En una hora de trabajo rinde 10 minutos.
  3. Tiene una pobre comprensión lectora.
  4. Prefiere leer en voz alta para entender.
  5. Inventa palabras al leer.
  6. Su velocidad lectora es inadecuada para su edad.
  7. Tiene mala ortografía o caligrafía.
  8. Parece vago y hasta inmaduro, aunque es inteligente.
  9. Prefiere exámenes orales a escritos.
  10. Es imaginativo e incluso creativo.
  11. Le cuesta prestar atención: parece hiperactivo o soñador.
  12. No controla el transcurso del tiempo.
  13. Baja autoestima.
  14. Tiene poca coordinación motriz y falta de equilibrio.
  15. No le gusta la escuela, leer, escribir…
  16. Le cuesta recordar las tablas de multiplicar, aunque parezca que las conoce.
  17. Aprende mejor haciendo cosas con las manos, a través de experiencias y con ayudas visuales.

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