CUANDO EMPIEZAN LAS RABIETAS EN LOS INFANTES

Cuando hay un recién nacido, los padres se desviven por atender las necesidades cotidianas; cada vez que llora acuden a atender su llanto, cuando vuelve a llorar, corren a cambiarle el pañal; llora otra vez y corren a alzarlo.  Tales mimos son adecuados y necesarios, pues constituyen la principal forma en que los padres cumplen con su papel de cuidadores.
En vista de lo anterior, es natural que el niño se crea el centro del universo y piense que los adultos, sobre todo sus padres, viven exclusivamente para cumplir sus deseos.  Tal idea, aunque errónea, es del todo entendible, pues esa es la realidad que ha vivido por más de un año.  A su modo de ver, él es el monarca de un imperio habitado por gente grande que está allí para servirle.  Según el Terapeuta familiar John Rosemond dice que toma apenas dos años forjar esta impresión fantástica, pero al menos dieciséis años corregirla.  Y esta, es paradójicamente, la tarea de los padres: hacer que su hijo crea en esta fantasía y luego romperle la burbuja, eso sí, causando el menor impacto posible.
La burbuja se revienta para el segundo año de vida del infante, cuando el papel de los padres pasa de cuidadores a instructores.  Ahora el niño se da cuenta de que sus padres ya no lo siguen, sino que es él quien tiene que seguirlos a ellos.  Su monarquía ha caído, y tal vez no acepte de buen grado el nuevo régimen. Impotente ante la situación, lucha por no ceder terreno.
Alrededor de los dos años, el comportamiento de los niños presenta un cambio drástico, lo que a menudo se manifiesta en frecuentes rabietas.  Esta etapa es tan desesperante para los padres que ha sido denominada los terribles dos”. De repente, las frases predilectas del niño son: No o No quiero.  Se siente molesto consigo mismo y con sus padres al tiempo que lidia con sus sentimientos contradictorios. No quiere estar quiere estar lejos.  Para los desconcertados padres, nada parece tener sentido ni mucho menos funcionar. ¿Qué está pasando?
Pues bien, tenemos que tener en cuenta que la vida del niño ha sufrido un profundo viraje. Hasta hace poco, todo lo que tenía que hacer era lloriquear para que los adultos vinieran junto a él.  Pero ahora empieza a comprender que su reinado solo era temporal y que hay al menos ciertas cosas que tendrá que hacer solo.  Cada vez le queda más claro que su papel de ahora en adelante será de sumisión hacia sus padres. Durante este difícil periodo, los padres no deben soltar las riendas de la autoridad. Si actúan con firmeza y amor, el niño se adaptará a su nuevo rol y con ello se sentarán las bases para que tengan lugar otras maravillas del crecimiento.

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