LOS MIEDOS DE LOS NIÑOS-AS

Desde temprana edad los niños-as, suelen presentar diferentes tipos de temores o miedos. Cada vez que el niño-a tenga miedo por las noches deberemos ocuparnos de él (padre, madre o ambos) al día siguiente con especial intensidad. Cuando llegue el momento de ir a la cama sentarnos a su lado, contarle algún cuento, acariciarle la frente y las cejas. Al cabo de tres a cinco minutos se relajará y dormirá tranquilamente. Este proceder es lo mismo para dos, cuatro, siete o nueve años. En cuanto a permanecer solo en casa será un aprendizaje paulatino y formará parte de su independencia.

Hay que acostumbrar a los niños-as a realizar siempre las mismas rutinas de conducta antes de acostarse para adquirir hábitos saludables:
1.    La hora de acostarse debe ser siempre la misma y sobre todo temprana para poder descansar ampliamente y adquirir un hábito de sueño saludable.
2.    Debe orinar y evacuar antes de irse a la cama.
3.    Haber sido bien alimentado para no experimentar hambre o sed.
4.    Cepillarse los dientes.
5.    Ducha o baño.
6.    Realizar actividades sosegadas previas al sueño. No es recomendable juegos movidos o violentos que entrañen gran actividad física.

También podemos hablar del miedo umbral. El impulso del niño-a a explorar sirve para su desarrollo mental, movilidad y además es una importante condición para su independencia. Sin embargo si hay una postura educativa dominante como “quédate quieto”, “no toques”, etc., plantamos con ella una barrera que detiene el desarrollo de la personalidad del niño-a.
El uso exagerado de la palabra “NO” bloquea el esperanzado desarrollo de una alegre persona. Al traspasar el umbral hacia lo nuevo y desconocido muchos niños dejan de sentir el apoyo de sus padres. Tanto la sobre preocupación de los padres como una exagerada obligatoriedad tienen consecuencias similares: desarrollar el miedo umbral, que según la fortaleza psíquica y el temperamento del niño puede reaccionar terca o agresivamente o encerrarse cada vez más.

Otro tipo de miedo muy unido a los anteriores es el miedo al rechazo. El deseo de recibir
atención y reconocimiento produce a veces un tipo de conducta agresiva que no oculta sino un profundo temor al rechazo.  Muchos padres-madres tienen dificultades para conversar abiertamente con sus hijos-as, para expresar enfado o alegría, angustia o afecto. Esta dificultad para la “libre expresión de las emociones” transmite a los hijos-as una sensación de rechazo hacia ellos.

También existe el miedo al fracaso que se manifiesta en muchas edades. Si ve en su hijo-a alguno de estos indicios debe examinar su postura educativa:
1.    El niño-a padece ya el día anterior a un examen pérdida de apetito o insomnio.
2.    Por la mañana, antes del examen, se queja de dolor de cabeza o de barriga (el vómito también es posible), o tiene fiebre repentinamente.
3.    La letra del niño-a en el cuaderno de ejercicios es peor (“temblorosa”) que normalmente.
4.    El niño-a se “olvida” de presentar en casa un ejercicio escolar mal hecho.
5.    En los ejercicios escolares tiene más “fallos por descuido” que en los deberes.
Para utilizar el miedo al fracaso utilizaremos estas “armas”:

a) Anime a su hijo-a, refuerce las opiniones positivas.
b) Examine su barómetro del estado de ánimo: tono de voz amable; ambiente familiar relajado.
c) Cuidado con los reproches duros y exigentes, amenazas y castigos. Deben ser proporcionados.
d) Evite sacar a colación a la mínima el tema “escuela” Sin presión él-ella irá contando todo lo que quiera saber.
e) Si el niño-a no consigue vencer su miedo al fracaso poniendo en práctica los anteriores puntos no se avergüence de buscar asesoramiento pedagógico o psicológico.

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