¿POR QUÉ LOS NIÑOS SON EGOISTAS?

Dos niños tiran de un mismo cubo en el parque, mientras que gritan: Esto es mío! Lo mío, lo tuyo, lo nuestro. El aprendizaje de la diferencia entre íntimo, privado y público requiere un largo proceso.
Sencillamente es posible diferenciar lo íntimo como lo más propio de un sujeto, el yo. Sus temores y fantasías. Lo privado es aquello que se comparte con las personas más cercanas, a su vez con diferentes grados de primacía (pareja, hijos, padres) y lo público es aquella información que está accesible a cualquier persona.  Su lenguaje es la transparencia.  Los pequeños en esta etapa están construyendo su personalidad. Muchas veces se nombran a sí mismos como “el nene”, imitando la forma en que lo llama el adulto ya que no tiene aún la noción de sí mismo.
Durante los primeros años de vida la intimidad es casi inexistente. Los padres lo alimentan e higienizan, conocen el día a día, casi nada sale de su control. El lenguaje y la marcha son los primeros hitos de independencia del bebé con que inicia su separación y autonomía. Es en este momento que por extensión del si mismo se acuña el mío y con esta expresión responden furiosamente cuando otro chiquillo les quita un juguete. Así nombran todo lo que les corresponde.  La razón de tanta vehemencia es que experimentan ese elemento como una extensión del cuerpo porque el yo y los objetos no están claramente diferenciados como en el adulto estableciendo una defensa despiadada.
A esta período entre 0 y 3 años se lo denomina egocéntrico ya que el chico se concentra mucho en sus procesos y progresos en lo que acontece en su desarrollo. Este afianzamiento es saludable que puedan establecer una buena diferenciación entre ellos y el mundo. Cuando los críos se encuentran con un par no tienen práctica sobre compartir, solidaridad o prestar. Sienten una usurpación e invadida su identidad, por eso tanto berrinche. Ninguna explicación los conmueve y sólo abandonan el juguete por la presión ejercida por un adulto, no por convencimiento. Eso sí, defendida su posesión solo basta que pasen unos minutos y abandonará su botín de guerra. Lo único que precisa es esta tarea de reafirmación.
Cuando se sabe de antemano que habrá una actividad con otros niños se puede llevar elementos para ellos y para “prestar”. Así van comprendiendo que hay objetos que poseen en exclusividad y otros que son más públicos. Esto no implica que disfrute y aún, luche por las posesiones de otros ya que explora y prueba límites: si le gusta algo, lo considera propio y lo toma. En esta etapa los adultos se armarán de paciencia. Lo más importante es comprenderlos y no imaginar animosidad entre los pequeños. También hay que observar a los “muy buenitos” que entregan todos lo que tienen quedándose sin nada. A ellos hay que alentarlos a tomar sus cosas y cuidarlas.
Lo importante es el equilibrio. Paulatinamente y por estas tareas agotadoras, plagadas de berrinches aprenderán sobre su espacio. Hacia los 4 años pueden compartir sus pertenencias y se regocijan del intercambio con otros niños aunque persisten rastros del juego en paralelo. Como toda época tumultuosa surgirán de allí los basamentos de su identidad, esencia humana que nos abre al pensar, disfrutar y vivir.

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