HIJOS CON BUEN COMPORTAMIENTO

La mayoría de los padres nos preguntamos qué es la educación, para qué sirve y cómo se lleva a cabo. Encontrar el punto medio parece tan difícil como caminar en la cuerda floja... Pero es más fácil de lo que creemos. Incluso los que creen tener las cosas claras atraviesan momentos en los que dudan sobre si lo han hecho bien o mal. La mayoría de los padres queremos que nuestros hijos sean adultos maduros, felices, independientes y creativos. Pero, ¿cómo podemos hacerlo?

Una de las cosas que más necesita el niño es  sentir que su familia es estable, sólida e incondicional. El pequeño tiene que sentir que su casa es el lugar al que pertenece de forma incondicional y donde tiene los mismos derechos y obligaciones que los demás.
El hogar tiene que ser un lugar seguro para poder expresarse libremente sin temor a las represalias. Esto incluye tanto las expresiones positivas (juegos, gritos, risas, etc.), como las negativas (pataletas, malos humores, llanto, etc.). Respuestas como: "En mi casa te comportarás como yo mande" son indicaciones de que realmente aquella no es su casa y es un lugar inseguro porque está condicionado a que se comporte "bien".
Los cimientos de la personalidad se forman desde el nacimiento del bebé. Cuando el recién nacido necesita comida o mimos, lo manifiesta, y si no quiere algo, también lo hace saber. Esta capacidad es la base de la autoestima del niño. Conviene respetar su ritmo y sus demandas porque cuando comunica una necesidad y ésta queda satisfecha, el bebé se siente poderoso e independiente.
Si sus padres no le hacen caso, el bebé nunca sabrá si sus sensaciones son reales. Se convertirá en un ser pasivo e indeciso que esperará a que le den lo que necesita en lugar de ir a buscarlo él.
Satisfacer las necesidades de los hijos no implica satisfacer todos sus deseos. Ellos no conocen los límites y nosotros debemos discernir entre una necesidad y un capricho. Esto no siempre es fácil ya que la satisfacción de un capricho puede ser una necesidad real para un niño.  El niño al que se le da todo lo que quiere se puede hacer una idea equivocada del mundo. Pensar que tiene un derecho innato le puede causar problemas graves de enfrentamiento con la realidad cuando sea adulto.
Otra consecuencia puede ser que el niño no aprenda a resolver conflictos. Si los padres siempre dicen que sí a todo, no sabrá negociar y se encontrará en desventaja cuando sea mayor.  La excesiva permisividad surge cuando los padres no dedican suficiente tiempo a sus hijos y les compensan dándoles lo que quieren. Es evidente que los regalos y las chucherías son pobres sustitutos de los padres y solo empeoran las cosas.
La rigidez exagerada es también  dañina como la permisividad excesiva. Lo que es válido un día puede no serlo al siguiente. Las necesidades de los hijos son complejas y requieren que los padres se den cuenta de sus pormenores.  Si explicamos a los niños el porqué de nuestras decisiones, verán su lógica (aunque no estén de acuerdo), y las acatarán con más facilidad.
Debemos tener buena relación con ellos, pero no llegar a ser un amigo más. Hay que respetarles, sin tener miedo a echarles una reprimenda si hace falta.  Parece una tarea imposible de realizar, pero la educación, más que una serie de acciones, consiste en estar con los niños día a día. Si nosotros estamos tranquilos y contentos, ellos también lo estarán.

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