SI PUDIÉRAMOS COMPRENDER NO JUZGARÍAMOS



Corregir es un arte. Un arte de compasión y empatía, que nunca incorpora el verbo “juzgar”. Solo se corrige de verdad cuando ante un comportamiento erróneo, ayudamos a nuestros hijos a detectar por sí mismos el error e identificar sus necesidades y les animamos a buscas alternativas. Este es el único procedimiento. No hay más.
Cuando les juzgamos y criticamos desde una situación de superioridad, sin conectar con las necesidades que les han llevado a obrar así, solo conseguimos que ellos mismos se critiquen y que juzguen duramente a los demás, bloqueando la capacidad creativa de resolución de conflictos.

Los tres primeros años y la empatía


Bruce Perry del Baylor College of Medicine demostró en su investigación que nuestros hijos construyen durante los primeros 3 años de vida su capacidad tanto para la empatía como para su tendencia a la estrechez emocional, en función de la atención que les procuraron sus cuidadores.
Los niños que no vieron satisfechas sus necesidades emocionales entonces es muy posible que no desarrollen la necesidad de ser sensibles a las necesidades emocionales de los demás.
Y existe en los seres humanos una necesidad básica: la de no ser juzgado. La de ser respetado por lo que es, independientemente de lo que haga.

Todo se aprende…


Ese bebé que nace sin saber juzgar y sin saber criticar, poco a poco, va aprendiendo al escuchar a sus padres frases como:
Hacía los demás: 
Déjalo, ya lo hago yo que tú no puedes (eres un inútil)
¿Cómo se le ocurre salir a la calle con esos pantalones?, ¿no ve que le van a explotar?
“Imbécil, a ver si aprendes a conducir…
“Pobrecito, no puede dar más de sí, tengamos paciencia…
Siempre igual, ¡éste no cambiará nunca!

Hacía sí mismos:
Soy un idiota, otra vez me he vuelto a equivocar… ¿es que no puedo aprender?
Yo no me pongo el bañador hasta que pierda los tres kilos que me sobran…
No puedo, no hay forma de que lo consiga…
Esto es imposible, lo dejo.

Y no solo de sus padres. Estamos rodeados de una sociedad competitiva, hedonista, muy dura y exigente con las personas. Se critica y se juzga las notas, el color del pelo, la altura, la talla del pantalón, lo que se dice, lo que no se dice, la cantidad de amigos, la intimidad… Las pantallas son los primeros jueces. Las redes sociales son enormes colmenas de juicios y prejuicios.

El fácil e inconsciente arte de juzgarlo y criticarlo todo


Hoy más que nunca es necesario enseñar a nuestros hijos a ser compasivos con los juicios con ellos mismos y los demás. Por eso, es imprescindible desarrollar en ellos el pensamiento crítico. Desarrollar habilidades cognitivas en ellos les ayuda a no criticar sino a construir soluciones y opiniones filtradas que tienen en cuenta las necesidades de los demás.

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