Las emociones y cómo aprender a regularlas
Las emociones: Solemos considerar a los niños pequeños más emocionales, más impulsivos… si tenemos en cuenta cómo funciona su cerebro , las emociones y cómo esa vivencia emocional puede condicionar múltiples facetas de su futuro , COMPRENDEREMOS mucho mejor a los más pequeños y veremos las cosas de forma diferente a como nos las han contado.
En la época de Platón , las emociones tenían escasa importancia, se consideraba que el hombre tenía voluntad para elegir libremente y que las emociones eran algo inferior, que se debían controlar, correspondiendo más bien a los animales.
Más tarde, Darwin revolucionó las ideas que se tenían hasta el momento, sus planteamientos evolucionistas no encontraban diferencia entre el hombre y los animales, tanto unos como los otros expresábamos emociones que servían para adaptarnos. Además, estas emociones primarias, eran universales, apareciendo en todos los animales y en todas las culturas, estaban determinadas genéticamente y con ellas también nos comunicábamos.
Pero, ¿Qué es una emoción?
Son procesos que se activan cuando detectamos un cambio significativo para nosotros, que puede poner en peligro nuestra supervivencia, ya que el entorno en el que vivimos es cambiante. Quizá esto, hoy en día no se entienda mucho, pero hace miles de años, las emociones, nos ayudaban a sobrevivir, por ejemplo cuando nos encontrábamos un animal y nos ayudaban a responder rápidamente decidiendo si ese animal nos podía comer o nos lo podíamos comer.
Las emociones primarias aparecen muy pronto, desde bebés y son comunes a todas las culturas. Si nos paramos a pensar, hay más emociones negativas (ira, tristeza, miedo) que positivas (alegría) pero esto se debe precisamente a la importancia que tienen para podernos avisar de un peligro, para que nos podamos adaptar al entorno, para podernos comunicar y para motivarnos a realizar cosas. Nuestro entorno ha cambiado al de hace 50000 años, pero nuestro cuerpo sigue respondiendo emocionalmente como lo hacía entonces, hoy en día, en nuestra sociedad, no nos hace falta huir de grandes depredadores, por lo que a veces, las emociones incluso nos “dificultan” la vida, tratamos de reprimirlas o nos “sentimos mal” por expresarlas. ¿Cuántas veces respondemos emocionalmente antes de pensar?
Todas las emociones, sirven para algo, tienen una función:
-La sorpresa, nos permite la exploración.
-La alegría, la afiliación entre los miembros de la misma especie ¿Qué es lo primero que hacemos cuando nos dan una buena noticia? Queremos contárselo a alguien, queremos salir a celebrarlo, estar con nuestros seres queridos.
-El miedo, la protección.
-La ira, la autodefensa.
-El asco, el rechazo de aquello que puede perjudicar nuestra salud.
-La tristeza, la reintegración.
Aunque Darwin descubrió que los animales y el hombre tenemos las mismas emociones, es cierto que el cerebro humano es diferente y también lo son las situaciones sociales que vive a diario, el hombre puede reinterpretar las situaciones, elegir la respuesta más adecuada en cada momento según sus conocimientos previos y la situación, hacer planes, tomar decisiones… y esto se lo permite la Corteza cerebral.
¿Cómo funciona el cerebro emocional?
En nuestro cerebro, tenemos 2 amígdalas, una en cada hemisferio, la respuesta de esta, es rápida y eficaz respondiendo a las amenazas, aunque no sean conscientes. Pero nuestros contextos, son complejos, no son como los de hace miles de años, por lo que nuestras reacciones no siempre son adaptativas.
Los humanos, a diferencia de los animales, necesitamos una acción más deliberada teniendo en cuenta la situación, los conocimientos previos… por lo necesitamos utilizar las capacidades cognitivas de la corteza prefrontal que modulan e inhiben la amígdala, haciendo que la respuesta emocional se ajuste a la situación y sea adaptativa. Esta corteza también permite modular las motivaciones más primitivas por las reglas ambientales (culturales) y del momento y regular los patrones de conducta (personalidad). Pero no nacemos con esta parte del cerebro madura, de hecho, el cerebro se está desarrollando hasta los 21 años aproximadamente.
La parte inferior del cerebro (el tronco cerebral y el sistema límbico) son zonas primitivas que se ocupan de funciones básicas (respiración…), reacciones innatas e impulsos (la lucha y la huida) y las emociones fuertes (la ira, el miedo…) Esta parte del cerebro está completamente desarrollada el nacer.
La parte superior (la corteza cerebral y sus partes) son zonas más sofisticadas que llevan a cabo el pensamiento, la imaginación, la planificación, la toma de decisiones, el CONTROL de las emociones, la EMPATÍA, el sentido de ética… Esta es la parte del cerebro que permite regular las emociones, plantearse consecuencias, pensar antes de actuar… Esta es la parte del cerebro que está en formación y que no alcanza su madurez hasta bien pasados los 20 años.
Entre el cerebro superior e inferior, se halla la amígdala, responsable de conectar (o bloquear si nos encontramos ante emociones fuertes) ambas partes, permitiendo el acceso (o no) a la parte superior.
Conocer cómo funciona el cerebro nos permite comprender por qué lo niños son más emocionales que los adultos, sus emociones son más intensas, aparecen con más frecuencia, son transitorias (pasando del llanto a la risa) y dominan la razón y la voluntad.
Según Piaget, el pensamiento del niño entre los 2 y los 5 años se caracteriza por el egocentrismo intelectual con el que interpretan el mundo sólo bajo su propia perspectiva, el niño aún no tiene claro que como sujeto, es diferente de los objetos que percibe, ni de que los demás tienen necesariamente puntos de vista diferentes al suyo. Por lo que no es capaz de situarse en la perspectiva cognitiva de los demás, ni siquiera de adoptar el plano perceptivo del punto de vista del otro. Piaget lo demostró con la tarea de las 3 tres montañas.
Cuando un niño de esta etapa juzga la moralidad de una acción, es incapaz de atender a los motivos de base centrándose sólo en las consecuencias de la conducta.
La Teoría de la mente, que es la capacidad de comprender nuestra mente y la de los demás, ir más allá de lo perceptivo para poder explicar las conductas (el engaño, la manipulación, el ponernos en el punto de vista de otro…) apoyan estas ideas, afirmando que hasta los 4 o 5 años no se consigue esta capacidad.
Si nos centramos en los niños más pequeños, todavía no tienen un lenguaje que les permita expresar lo que sienten, por lo que somos los adultos los que tenemos que intentar interpretar lo que están sintiendo, a veces incluso, sus emociones no son visibles y las podemos detectar mediante síntomas conductuales (problemas en el sueño, en el control de esfínteres, en el lenguaje…)
Las emociones secundarias (culpa, vergüenza, orgullo, celos, arrogancia, bochorno…) aparecen más tarde, tanto en nuestra historia como especie, como en el niño. Estas son fruto de la maduración (del desarrollo de las capacidades cognitivas) como de los procesos de socialización, por eso se las suele llamar: emociones sociales, sociomorales o autoconscientes.
Para llegar a ellas, hacen falta 3 condiciones:
-la identificación de la identidad personal (el niño necesita saber que es una persona separada de los demás)
-que empiecen a internalizar ciertas normas sociales (lo que está bien y lo que está mal)
-y que sean capaces de evaluar su identidad según las normas sociales.
Por lo tanto, son más complejas que las primarias y empiezan a aparecer a partir de los 2,5 o 3 años.
El niño pues, puede responder a las emociones de 3 formas:
-respondiendo instintivamente: típico en el niño pequeño en el que predomina su cerebro inferior.
–Reprimir la expresión de la emoción: lo que provoca un aumento de tensión y puede desembocar en alteraciones psicológicas (estés, ansiedad…)
–Regulando su expresión: expresarlo de la forma socialmente adecuada. Cobrando una especial importancia tanto el lenguaje (para poder expresar cómo te sientes, los acontecimientos…) como el juego simbólico (ya que permite ensayar emociones, expresar emociones de la vida cotidiana, como los miedos. Suele ser típico los niños que tienen miedo a ir al médico, pero que disfrutan jugando a los médicos en casa) tanto el juego simbólico, como el lenguaje, ambas funciones simbólicas, aparecen sobre los 2 años, pero predominando el egocentrismo del que hemos hablado anteriormente.
Hasta ese momento, un niño puede sentir ira porque se le obstruye una meta, por ejemplo quiere subir al tobogán y hay otro niño, como manifestación de esta ira intenta eliminar el obstáculo que le impide su objetivo (subir al tobogán) por ejemplo mordiendo al otro niño, estirando de él… pero en cambio, no es capaz de sentir culpa por los acontecimientos. Tampoco la sentirá aunque se lo intentemos explicar. Será poco a poco, gracias a su maduración, el desarrollo de su córtex prefrontal, de la culturización y del aprendizaje, como aprenderá a manifestar sus emociones de forma adecuada.
Desde los años 90, ha cobrado gran importancia el término INTELIGENCIA EMOCIONAL, cada vez se le presta más atención a la parte emocional de la persona.
El niño (y adulto) que es consciente de sus emociones, sabe expresarlas y regularlas, es un niño feliz.
Y un niño feliz (o adulto) es entre otras cosas, más creativo, más flexible cognitivamente (asocia ideas, establece relaciones, soluciona problemas de formas diversas y novedosas), toma decisiones más eficaces y rápidas, percibe y organiza el entorno de forma más positiva, hormonalmente reduce las hormonas implicadas en situaciones de estrés como el cortisol, la adrenalina, optimiza la respuesta inmune, aumenta la autoestima y las propias capacidades…
¿Qué podemos hacer para ayudar al niño a REGULAR sus emociones?
–Dar nombre a sus emociones: ayudarle a que reconozca sus emociones explicándole cómo se llama eso que está sintiendo y también las de los demás.
-Ver el conflicto como una oportunidad: aprovechar los pequeños conflictos del día a día para enseñar nuevas formas de comunicarse, de relacionarse…
–Validar sus emociones: todas las emociones son válidas y respetables, no hay “emociones buenas” y “mociones malas”, lo que puede haber son formas no adecuadas de expresarlas, pero sentir miedo, tristeza o ira, no es malo, lo que no se tolera es la agresión por ejemplo, la conducta. Todos tenemos diferentes emociones, pero no todas las formas de expresarlas son válidas.
Como hemos visto no es adecuado reprimir las emociones ¿nunca habéis oído frase como “Los niños mayores no lloran”, “No sé por qué te enfadas”, “Eres un miedica”, “Se van a reír de ti sí…”
Puede que nosotros, los adultos, no entendamos por qué sienten eso (nosotros que tenemos la corteza formada y que somos capaces de anticipar, tenemos más conocimientos previos…) pero la emoción que siente el niño es real e importante.
–Ser un ejemplo: si queremos que nuestros hijos o alumnos regulen sus emociones, nosotros somos los primeros que debemos saber hacerlo. El niño aprende mucho más de nuestros actos que de los que decimos y somos un modelo para ellos en todo momento, tanto en las relaciones con ellos, como en las relaciones que establecemos con los demás adultos. Siempre tenemos unos ojos pendientes de nuestros actos.
-Establecer un apego SEGURO , el apego forjado en la infancia determinará las relaciones futuras, si el niño pequeño es acompañado en sus emociones, si sabe que tiene un adulto disponible cuando lo necesita, que cubre todas sus necesidades. Se enfrentará al mundo sabiendo que puede confiar en los demás. Aunque se pueden crear vínculos toda la vida, el primer vínculo sienta un precedente para los siguientes.
Nemeroff (1996) explica como haber sufrido experiencias nocivas en la infancia (maltrato, abuso, abandono…) altera el eje HPA, determinando de adulto una excesiva reactividad en situaciones de estrés moderado y predisponiéndolo a la depresión.
Las emociones por lo tanto cobran mucha importancia, saber reconocerlas, expresarlas y regularlas, es fundamental, no solo para las relaciones interpersonales, también para nuestro bienestar. Tradicionalmente la escuela se ha centrado en la parte más cognitiva, en transmitir conocimientos y se ha olvidado de la parte emocional, aún teniendo en cuenta que la felicidad nos permite ser más creativos, más flexibles cognitivamente (asociar ideas, resolver problemas…), tomar mejores decisiones… Le hemos dado mucha importancia a cultivarles un buen futuro laboral desde bien pequeños, hemos pensado en lo que se requerirá cuando en el futuro vayan a optar por un puesto de trabajo y quizá era más necesario darles herramientas para saber solucionar conflictos, para comprenderse a sí mismos, para relacionarse con los demás, para expresar sus sentimientos sin herir al otro, para comprender lo que los demás sienten.