Reglas de oro para educar a tu hijo con fortaleza
Frustración versus reciedumbre: lo quiero todo y ahora
“Hago lo que me apetece y no me supone demasiado esfuerzo”, “Me lo merezco todo”, “Trabajo, sí, pero lo justo para cubrir el “expediente”, “Soy un niño, estoy aquí para jugar y divertirme”…Parece que el inconsciente de nuestros hijos funcione con las premisas anteriores. El mínimo esfuerzo, el máximo placer.
Resultado: nuestros hijos crecen frágiles, con poca resistencia a la frustración y con pocas aptitudes de superación.
Reglas de oro para educar a tu hijo con fortaleza:
- Para tener reciedumbre, hay que estar seguro de uno mismo. La base de la seguridad de toda persona reside en el respeto y el amor que recibe de las personas que quiere. Por eso, trata a tu hijo como a la persona más importante del mundo. Dile a menudo: “Nunca dejaré de quererte, hagas lo que hagas”, lo que no quita que se le recrimine por su comportamiento negativo.
- Enséñale autocontrol. Enséñale a acabar lo que empieza, a dilatar la gratificación, a controlar sus impulsos. Para ello, desarrolla con él un vocabulario de sentimientos. Escribe en una pizarra todos los adjetivos que muestran enfado o tristeza: enojado, irritado, enfurecido, etc. Cuando tu hijo esté enfadado, úsalas para que pueda identificar sus sentimientos: “Parece que estás realmente furioso; hoy los deberes son más difíciles que otros días ¿verdad?”. Sentirse comprendido es el primer paso para hacer frente a los problemas.
- Estimula su aprobación interna. Haz que tu hijo no dependa de tu aprobación sino de su propio reconocimiento. Para ello, cambia los pronombre “yo” por “tu“. No le digas: Estoy muy orgullosa porque no has caído en la provocación de tu hermano. En su lugar, dile: Debes estar muy orgulloso por no haber caído en la provocación de tu hermano. Actuando de este modo, conseguirás que se mueva por sus propios objetivos y opiniones, no por lo que piensen los demás de él.
- Sé modelo de autocontrol para tu hijo. Si estás en una cola y alguien se cuela, si conduciendo te pitan e insultan, si se te ha borrado el trabajo del ordenador o si tu hijo te reta a una lucha de poder recuerda que eres su modelo de autocontrol y coherencia. Tenlo en mente y aprovecha las circunstancias del día a día para enseñar autocontrol a tus hijos.
- Pregúntate si compras impulsivamente, si discutes con demasiada vehemencia, si te dejas llevar por tu estado de ánimo; si te quejas cuando las cosas no salen como deberían, si te niegas a comer lo que no te gusta o si no le das importancia a la puntualidad. Son pequeños detalles que los niños registran en sus mentes y van conformando su personalidad.
- Habla con tu hijo sobre lo que es autocontrol. Explícale que cuando “se aguantan las ganas” de tomarse el postre antes de cenar, de insultar a un compañero que le ha ofendido o de jugar al ordenador cuando no toca está teniendo autocontrol. Identifica las diferentes situaciones del día en que tu hijo supera la tentación y házselo saber: Marcos te ha dicho en el colegio que hagas una cosa que tu no querías hacer y no la has hecho. Eso es autocontrol. Debes estar muy contento de haberlo conseguido. Acostúmbrate a utilizar la palabra “autocontrol” en tu casa para que aprendan a reconocer en ellos esta cualidad.
- Dale responsabilidades a tu hijo, además de la de estudiar y sacar buenas notas. Reparte de manera proporcional las tareas del hogar y exige su cumplimiento con la calidad que se merecen. No bajes el tablón de exigencia solo porque tú hijo es pequeño o porque tiene mucho que estudiar. Si tiene capacidad de realizarlas, debe cumplirlas con la máxima calidad.
- Argumenta pero exige. Hay cosas que se pueden negociar pero hay otras que deben aprender a aceptar sencillamente por el prestigio de los padres.
- Quiérelo con detalles, con tu tiempo, con tu presencia, con tu ánimo y con tus palabras pero no evitando que consiga cosas por sí mismo, esforzándose y superándose. Dale espacio y tiempo para aprender a superar por sí mismo sus problemas.
- Enséñale a enfrentarse a la injusticia. Utiliza para ello las reuniones familiares. En ellas tus hijos se implicarán y podrán defender sus puntos de vista, respetando los de los demás. El objetivo es que, con el tiempo, sean capaces de defender sus principios y actuar en consecuencia.
- Enséñale deportividad, enséñale a jugar limpio. El deporte es una gran herramienta para fomentar el esfuerzo, la perseverancia y la superación de uno mismo.
- Establece unas normas claras y sus consecuencias. Asegúrate que todos las conocen y trata de cumplirlas, tú el primero. Un solo consejo: sé consecuente con ellas.
- Fomenta el sentido del humor. Evita sobre dimensionar los problemas con buen humor y alegría. Un padre o una madre divertidos y alegres son tan o más dignos de crédito que aquellos padres huraños y culpabilizadores.
- Formula y comparte un enunciado familiar que guíe vuestro comportamiento: Esta familia hace lo que debe, no solo lo que le apetece
Al principio no nos damos cuenta: son tan pequeños y tan vulnerables que creemos que lo mejor es darle todo tipo de comodidades y seguridad. Con el tiempo nos percatamos que no hemos sabido combinar esa protección con exigencia, esa seguridad con esfuerzo.
Es importante educar a nuestros hijos en la reciedumbre, en la capacidad de superar y afrontar dificultades. Debemos desarrollar en ellos desde pequeños una voluntad fuerte y una fortaleza interior.