¿ Cómo poner límites a los niños ?


Cuando hablamos de límites, muchas veces pensamos en castigos, prohibiciones y regañinas.Parece que los límites sean algo negativo y por ello muchas veces sentimos algo de culpa o de incomodidad al aplicarlos. Sin embargo, los límites no son algo negativo.
Los límites son como una carretera por la que transcurren los coches. Necesitamos esa carretera porque nos marca el camino más seguro y directo hacia el lugar al que vamos. Nos hace bien. Ir fuera de ella nos pondría en peligro a nosotros o a otras personas.

Poner límites es guiar

Poner límites es guiar y eso es algo muy positivo, además de imprescindible para los niños.
Entonces, ¿porqué esa connotacion tan negativa? Porque a veces la forma en que se dan esos límites no es la mejor.
Cuando ofreces límites des del miedo, la inseguridad o la rabia, lo más normal es que te sientas mal y tu peque también. Hacerlo así duele más que beneficia.
En cambio, cuando ofreces límites des del amor, la comprensión y la calma, sentirás que estás haciendo lo mejor para tu peque, y él también lo sentirá así. Eso si es una guía positiva y enriquecedora para los niños.
Fíjate en el sentimiento que hay detrás de ese límite. Intenta aislarlo de otros sentimientos que interfieren, como tu cansancio previo o otras preocupaciones que no tengan que ver con el límite en sí.
Sea cual sea el límite, ¿Porqué se le estás poniendo? ¿Es bueno para él? ¿Le protege? ¿Le facilita la vida? Entonces puedes hacerlo con todo el amor de tu corazón y con la seguridad de que así debe ser y será.
Cuando lo haces con este sentimiento es mucho más fácil utilizar un tono de voz dulce pero firme a la vez. Tu mensaje también es más claro y directo, no hay tantas interferencias (reproches, comentarios negativos…). Sentir amor y calma cuando das un límite te permite centrarte en lo importante y hacerlo de la mejor manera posible.
De esta manera tu peque recibe el límite con una actitud más receptiva. Percibe esa calma, entiende que no es un juego ni una lucha, sino simplemente una pauta, un hábito que le hace sentirse bien.
Sin embargo, cuando se trata de sentimientos, a veces son difíciles de controlar. Sobre todo cuando ya hemos entrado en un espiral de gritos, peleas y lloros. Cuesta cambiar el prisma porque eso significa que también cambiarán muchas dinámicas de la casa y eso es difícil para todos.


¿Pero a quién le gusta seguir en esa dinámica?

El cambio es para bien, así que vale la pena reflexionar sobre esos sentimientos y dar fuerza a toda la bondad que hay en tu intención. Entonces, desde esa seguridad y convicción, te saldrán las palabras correctas con el gesto y el tono más adecuado.
Si ves que te empiezas a tensar o tu peque no colabora, antes de alzar la voz, retírate un momento. Respira hondo y busca de nuevo la calma. Cuando te acerques otra vez a tu peque podrás hablar con la firmeza suficiente para que entienda tu seriedad sin necesidad de llegar a los gritos.

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