El estrés en los niños


Las consecuencias que un estado de estrés puede ocasionar, si se perpetúa en el tiempo, son:
  • Efectos sobre la salud física y psíquica. Podemos notar que nuestros hijos presentan molestias estomacales, dolores de cabeza, excesiva tensión muscular, náuseas, manos sudorosas, disminución de las defensas del organismo… así como manifestaciones de conducta, tales como; dificultades para dormir, disminución del apetito, inquietud motora, estado de ánimo decaído, agresividad, temores, pensamientos obsesivos, preocupación excesiva por las cosas, etc.
  • También podemos notar efectos sobre el rendimiento académico (dificultades con los estudios, falta de concentración y atención…) y en las relaciones interpersonales (con la propia familia y amigos…).
  • En casos más complejos y prolongados, puede desembocar en depresiones.
El éxito de una buena adaptación a una situación estresante depende de:
  • La propia apreciación que el niño haga de la situación.
  • Su capacidad para expresar lo que siente y así poder saber la causa fundamental.
  • Las habilidades que tiene para afrontar el cambio.
  • Las características que configuran su personalidad.
  • El apoyo familiar y social que se le pueda brindar. Será importante la existencia de un diálogo de confianza entre padres e hijos donde poder tratar las angustias, miedos y preocupaciones que el niño pueda tener ante dicha situación.
  • La ayuda de un especialista.

El hecho que nuestros hijos muestren alguno de estos síntomas no significa que estemos frente a un caso de estrés. Tanto adultos como niños pasaremos etapas a lo largo de nuestra vida más angustiados y preocupados que de costumbre. Deberemos observar si estos síntomas se prolongan en el tiempo y si se convierten en comportamientos realmente habituales.

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